martes, 1 de septiembre de 2009

Ruinas del Edén

Tu presencia insiste,
en puertas que abandonaste,
que yacen entre ruinas,
donde todavía apareces.
No pisemos el suelo
que resquebrajamos
con un sismo,
apenas hidratado
por la llovizna gris
de la congoja,
y las nubes pasajeras
del cambio gentil.
El suelo donde todavía están
nuestras huellas gemelas,
algo borrosas.
Pero tu presencia insiste,
y vuelve a pisar,
descuidando los brotes
que podrían convertir este espacio
en un nuevo Edén,
para los elementos y las estaciones,
para los hombres y las caricias de las estrellas.
¿Fui expulsado
de ese jardín
ya ni tuyo ni mío?
No creo
en tus máscaras
para el dolor,
que no protegen,
y sólo enturbian
el paisaje ruinoso.
Son caretas,
que muchas veces tuviste,
que supe resquebrajar,
y a las que ya no escucho,
porque no tienen color
ni voz.
Tan sólo reflejan
colores inventados,
los de un arco iris
de un prisma opaco,
que nunca dejó entrar la luz.
Un prisma
que se colorea a sí mismo
y no brilla.
El arco iris,
que intentamos recomponer
y compartir,
brilló
en el jardín que ya no es tuyo ni mío.
El terreno que abandonaste
a medio cultivar,
esperando que mi fuego
lo quemara.
Un territorio,
que ya no nos llama,
de carbón
y resquebrajamientos.
Que algún día
será un Edén
sin condiciones
para el Destino.

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