Ese atardecer,
nuestro,
en el que escapamos
de las dudas
y miradas.
Dibujando
tu piel,
tu pelo
y tus ojos.
El sol,
el viento
y las caricias
se quedarán
con nosotros.
Cuando vuelva
a conocerte,
allí estarán,
regalándonos
lo que siempre tuvimos.
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