Una lágrima negra
en un rostro de mármol blanco,
tras una cortina de copos blancos y ceniza.
Sobre un suelo gris de escombros y metal oxidado,
ella espera
con sus ojos de párpados negros
su pelo de erizo color noche
y las cadenas en sus muñecas.
El cortejo de fantasmas pasa a sus espaldas,
la ciudad vacía grita,
aun muda.
Y en un silencio pasmoso
una rosa de cabo negro y sin pétalos
crece
anunciando la llegada
de una lágrima roja
en un rostro de mármol negro.
Entonces, las almas gritarán en congoja
por la niña perdida
en un futuro oscuro
de polvo y ceniza,
de luz gris
que gesta una nación de soldados blancos,
en los despojos de un mundo
que calló y cayó
y se desplomó
Los labios se desatan,
las voces gestan un coro
en una lengua arcana,
antediluviana
y profética,
que llama
a la niña de rostro color piel
y lágrimas transparentes.
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