Tal vez
me arrepienta
del brillo dorado
de estas promesas
sin forma ni aroma.
Tan sólo hechas
con una fe
de costras viejas.
Fe que alimenta,
que persevera,
hasta ese encuentro
rancio
que aún así,
desde algún cajón
que no reviso
(o evito revisar)
espero.
Entonces,
la fe se esconde
y debo enfrentar solo
a la soledad,
al abrazo
que deseo,
tácito,
pero que sólo
se muestra
ausente.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
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